LA VIDA INVERSA
Estaba en mi retiro dorado
acompañado tan solo de mi homúnculo que ocioso contemplaba la naturaleza que no
podía sentir. Le pregunté si veía las cosas y me dijo que claro que las veía
pero no las sentía, recordándome que él era un producto de mi mente y que por
eso tenía unas cualidades explicitas y nada más.
¿Serias capaz de hacer el
recorrido inverso de la vida llegando al punto de nacimiento en este mundo?, le
pregunté. Se puso a refunfuñar como cuando veía un esqueleto andando por la calle
y me dijo que él siempre estaba en presente infinito. Y añadió, al no disponer
de mente humana no podía imaginar ni hacia delante ni hacia atrás. Eso era un
problema humano del que él se había librado cuando se crearon los homúnculos.
Bien, le dije, pero en mi viaje
inverso me seguirás acompañando o tendré que producir otro tipo de homúnculo.
No hace falta, me respondió, todos somos iguales, somos los esclavos de la
mente que nos crea y desparecemos cuando nuestro “amo” se desencarna o cuando
no nos necesita. Tenemos la ventaja de que no vivimos en ilusión persistente
como los humanos, me dijo mientras se alimentaba de su extraño brebaje verde, y
vivimos la realidad que pocos humanos reconocen.
Me recordó que yo ya había
experimentado el principio cuántico del presente infinito y que la
transversalidad mental que ya poseía me eximía de la necesidad de caminar
siempre hacia delante, o sea, nacer, vivir y morir. Que quieres decir, le
pregunté un poco extrañado, y me dijo que si sentía la necesidad de conocer el
momento anterior al nacimiento es que ya había entendido, al menos en parte, la
necesidad de venir a esta matrix.
Le respondí que hacía tiempo que
me había desprendido de ropajes exteriores, carreras universitarias, títulos
rimbombantes y grupos que se perdían por la boca hablando de ética y
fraternidad mientras se llenaban los bolsillos de tesoros inútiles. La soledad
era para mí el oxigeno de vida como la hesiquia de los primeros meditadores. Religiones,
política, sociedades fraternales eran los pasatiempos de los humanos que hacen
el recorrido habitual hacia ningún sitio hasta que una enfermedad les recuerda
que esto tiene fin. Mi camino es el recorrido de la vida inversa hasta el punto
en que abandone la matrix sin ropajes inventados por humanos en un último
suspiro por limpiar sus incomprensibles vidas.