EL BAILE DE LOS ESQUELETOS
Llevaba
muchos años con la espada sin cortar el viento y me decidí a hacer la entrada
en el templo montado en un asno. Nada más entrar vi esqueletos ornamentados con
ricos ropajes y medallones al viento que despertó un claro rechazo a mi
homúnculo. Le pregunté que le pasaba y me dijo que de buena gana les escupiría
su verde brebaje de mal oliente veneno. Eso suelen hacer los homúnculos a todo
aquel que no es su dueño.
Realmente
la visión era grotesca pues unos esqueletos arropados con capas lucían espadas
desenvainadas. Alguno llevaba el collar de la farándula, premio por algún
silencio. Otros lucían valiosos collares en honor a sumisos servicios de pronto
y valioso pago. Cuando los esqueletos se movían la virgen desnuda les llamaba y
les ordenaba que se pusiera junto a ella, pero poco le duraba la dicha al
esqueleto elegido, pues pronto otro esqueleto se movía y ocupaba su sitio. Era
un baile de descocadas, era como un desfile de Valentino con modelos serias,
delgadas, amorfas y patéticas que caminaban histriónicamente por la pasarela.
Mi homúnculo
se puso nervioso porque entre tanta gente no encontraba otro de su especie. De
pronto empezó a refunfuñar y muy enfurecido me dijo que les preguntara a
aquellos esqueletos qué veían en el arte y que oían con la música.
Los
esperpénticos esqueletos enmudecieron al oír mi pregunta. El homúnculo
desesperado me dijo: “observa, no ven nada, no oyen nada, no entienden nada.
Sólo conocen lo que ven porque están muertos, por eso son esqueletos adornados
con falsas medallas. Ni siquiera saben que los caballeros que fueron
exterminados por el emperador y el hierofante hacían voto de castidad y pobreza
para preparar su próxima encarnación en condiciones. Los caballeros de hoy son
todos falsos que juegan a alimentar sus egos mundanos sin conocer la
espiritualidad. Se aprenden de memoria rituales que no les sirven para nada”.
Mi homúnculo
siempre atento concluyó: “he observado que estos esqueletos van todos con la
espada desenvainada y la venda puesta, vámonos porque aquí nadie está iniciado
y no saben por qué vas montado en el asno”.