LA SOLEDAD Y EL SILENCIO
EN DAG SHANG KAGYU |
Cada vez me
gusta más alargar los fines de semana en mi castillo o perdido en alguna de las
fincas para saborear el placer de la soledad que acompañada del silencio me despierta
emociones y sentimientos que no se alcanzan en el bullicio urbanita con sus
correspondientes obligaciones humanas. La película “El filo de la navaja” nos relata
la historia de un millonario que lo deja todo y encuentra su felicidad cuando
quema los libros que ha leído para alcanzar la sabiduría. El simbolismo de usar
la última cerilla para prender fuego a todos los libros que ha leído es algo
que sin darme cuenta he ido alcanzando a lo largo de mi historia de una manera alargada
en el espacio tiempo pero con el mismo significado que la momentánea acción de
hacer fuego con una cerilla como se ve en la película. Las iniciaciones y las
interpretaciones de los rituales de cualquier tipo se disipan como una suave
brisa y la mente se vuelve ligera. Los honores y medallas desaparecen dejando
liviano el pensamiento, los títulos y compromisos desaparecen como si hubiera
dejado una pesada mochila en el camino. Los pasos ya no son pasos, es volar
mientras haces cualquier recorrido.
Comprendo
ahora a los lamas que están tres años recogidos en meditación o los monjes que
se encierran en celdas de libertad. He tenido la suerte de tener todo lo que un
ser humano puede desear pero sobre todo tiempo que es el gran tesoro que todo
ser no se da cuenta que va perdiendo en su caminar hacia la muerte tras la cual
nos espera una eternidad.
Algunos
prefieren convertirse en sabios depredadores que con una mano dan y con otra
recogen. No hay sabiduría que enseñar ni espacio que ofrecer, el camino es
único y personal y por mucho que por suerte tenga en mis manos no sirve de nada
en manos de otros cuyo recorrido no es el mío. Esos sabios llevan sus alforjas llenas
con deseos de viento superfluo y vacío compensatorio cuando en realidad nada pueden ofrecerse a sí mismos ni a los demás aunque vendan paraísos inventados.
Yo no doy
nada por mucho que tenga porque lo material no sirve para traspasar la puerta
de lo eterno. Y mi tesoro para la eternidad no lo puedo traspasar porque a
nadie más que a mi le puede servir. Sigo caminando o mejor volando.