FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO


 
En estas fechas convertidas hoy en frívolas vacaciones y derroche de consumismo, vemos como las religiones humanas se ven impotentes ante la incapacidad de sus formas a llenar sus templos. La humanidad lleva dos mil años escuchando la historia en sus formas pero desconoce el fondo.
 
En Jesús de Nazareth tenemos una hermosa alegoría que representa el germen espiritual de la inteligencia divina en el alma del hombre, concebido en el corazón por el poder de la sabiduría divina, naciendo continuamente en la mística Betlehem situada en la región más pura del alma humana. Es absurdo hablar de él como de un personaje histórico. Los supuestos cristianos le crucifican continuamente. Vive hoy en día y vivirá siempre, habitando en el corazón de aquellos que le adoran y obedecen sus mandamientos.
 
Aparte de las breves consideraciones históricas de Tácito y Josefo, qué nos importa imitar sus formas, acaso imposibles en nuestros tiempos, cuando en realidad debemos considerarle como un elevado ideal e imitar su vida interior, más sus ideales que su vida personal.
 
El Cristo y Mesías significa el poder redentor de la conciencia espiritual, del amor y de la inteligencia universal, mientras que el Cristo limitado de las iglesias es meramente una persona cuyo amor se manifiesta a lo más adentro de la iglesia. El verdadero Cristo significa vida universal, mientras que el Cristo de las sectas significa separación y favoritismo. El verdadero cristianismo significa iluminación espiritual, benevolencia universal, caridad y tolerancia, el eclesiastismo significa oscuridad mental, ignorancia obstinada, egoísmo, intolerancia y arrogancia.
 
La verdadera religión significa renunciación y abnegación tal como indica la Biblia, pero también descrito en libros mucho más antiguos que el libro sagrado de los cristianos como en el Bhagavad Gita y los libros de Hermes Trimegistus. Es precisamente en estos libros tan antiguos donde se hace mención del principio Cristo mucho antes de que se conociera la palabra cristianismo, y a este antiguo origen puede remontarse claramente los mitos de la Inmaculada Concepción, del Hijo de Dios y otros. Lejos de desacreditar la veracidad de los principios en que se basó el cristianismo primitivo sirve más bien para fortalecer el fundamento en el cual estriban las doctrinas originales, y no echa por tierra las verdades propuestas en la Biblia, sino que va confirmándolas con demostrar que los procesos así alegóricamente descritos, no son acontecimientos del pasado, sino que ocurren continuamente y con toda probabilidad seguirán ocurriendo en el futuro.
 
Reflexionemos sobre estas cuestiones especialmente hoy en día cuando en todas partes del mundo los problemas sociales y personales chupan cual vampiros la sangre de la humanidad. Si las religiones de formalismo y de credulidad en hechos históricos no han sido capaces de enseñar el lugar del hombre en su naturaleza real, esperemos que pronto se abra uno de los sellos del Libro cerrado mencionado en la Biblia, y el entendimiento de la humanidad en general se abra a la comprensión de las verdades eternas que durante siglos han sido mal comprendidas.
 


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